Los motivos de felinos son ampliamente representados en la región mesoamericana y cuyos significados se entrelazan con pueblos de Suramérica.
Los chorotegas y los nicaraos son dos pueblos mesoamericanos asentados en la Baja Centroamérica que nos han dejado una rica iconografía pintada y modelada en sus cerámicas policromas. El jaguar es uno de los temas más usuales en sus decoraciones alcanzando una gran variedad y riqueza en cuanto a su representación plástica,
y una alta calidad estilística y estética.
Los chorotegas vivieron en la costa pacífica de Nicaragua y en el NO. de Costa Rica, pero que provenían de México. Los chorotegas llegaron a principios del período postclásico, sobre el 800 d. C., mientras que los nicaraos lo hicieron sobre el 1200, conviviendo ambos en una vecindad guerrera hasta el momento de la conquista. Los chorotegas, del grupo lingilistico Oto-Mangue, parece que tuvieron como parientes más o menos lejanos a los otomies, mixtecas y zapotecas, mientras que los nicarao eran un grupo nahua, parientes cercanos de los aztecas.
El jaguar con las fauces abiertas y la cola levantada es la tercera de las variantes del jaguar de perfil, y observable en las cerámicas del tipo Papagayo Policromas.
Esta variante del jaguar presenta una característica propia que, por lo fundamental, no podemos olvidar: el belfo superior, donde se sitúan las fosas nasales, se alarga y se enrosca adquiriendo la forma de una trompa o una voluta. Nos encontramos, pues, con el viejo motivo del labio superior alargado o protuberante o la nariz proboscídea que observamos por primera vez en Izapan, en la evolución o metamorfosis del hombre con rasgos de jaguar Olmeca. Estas narices en forma de trompa —o bien el labio superior alargado—, son siempre características de las divinidades de la lluvia, como dios de la lluvia era el hombre-jaguar Olmeca La vuelta de la nariz en forma de trompa a la representación del jaguar —y no en un rostro humano convencional o de reptil, típico en la iconografía de la divinidad de la lluvia—, es una característica a subrayar, ya que une al jaguar, símbolo de la tierra, con el elemento de fecundidad y celeste que implica la lluvia. La dualidad queda así representada> ya que al simbolismo telúrico
del felino se le opone la otra parte de su contrario: el aspecto celeste.
Esta dualidad se explica plásticamente —dualidad entendida no como dos mitades> sino como la integración de elementos opuestos— mediante la trompa, símbolo del agua, del elemento fertilizante agua, que al provenir> en las lluvias, del cielo, integra el elemento cielo aire a los elementos tierra y agua; todos ellos juntos hacen crecer a las
plantas, por lo que simbolizan la fecundidad la vida, la creación. Esta integración dual quedaría corroborada, en el plano iconográfico, con la comparación con otra figura que representa la serpiente con gran tocado de plumas, con las fauces abiertas con una pequeña trompa al final de éstas. Al ser las fauces abiertas con la nariz en forma de trompa o gancho, y el circulo del tocado fundamentalmente los mismos nos lleva a preguntarnos la diferencia de contenido simbólico entre el jaguar y la serpiente. En realidad, la serpiente con plumas y el tigre son los dos aspectos —positivo y negativo cielo y tierra Quetzalcóatl y Tezcatlipoca— de la dualidad cuya síntesis produce la creación, aspectos ambos de la dualidad relacionados con el antiguo y primigenio dios de la lluvia —aguas celestes y aguas terrestres— dualidad que en la iconografía se une y se simboliza por la trompa.
La identificación del jaguar como símbolo de las aguas terrestres, con el dios de la lluvia se refuerza. Y el que el jaguar sea el doble de Tezcatlipoca, doble a su vez de Quelzalcoatí, y que Quetzalcoatl y Tláloc se nos presenten tan estrechamente relacionados que es a veces difícil de distinguirlos en sus representaciones iconográficas, nos señala que, si la Serpiente con Plumas es conocida y venerada el dios de la lluvia lo es también tanto, y su significado como deidad es tan elevado, que está a la altura de Quetzalcoatl. Entre las divinidades nicaraos aparece claramente Quetzalcoatl bajo los nombres de Chiquináut Elíécat —como dios del viento— y Teotbilche (León-Portilla, 1972: 71-72), mientras que Tláloc, el dios de la lluvia, lo hace bao el nombre de Quiateot. Este es hijo del gran dios andrógino también conocido entre los nicaraos por Omeyateite y Omeyateciguat, el dios dual o pareja creadora de los dioses y de lo existente, mientras que Teotbilche o Quetzalcoatl es a su vez hijo de Tomactéot, el gran dios que «seria el titulo genérico que podía aplicarse a cualquiera de las divinidades principales » (León-Portilla, 1972: 71). Con lo que tendríamos que Quetzalcoatí y Quiateot o Tláloc, el dios de la lluvia serían hijos del principio creador, la gran divinidad.
Si volvemos al jaguar y al dios de la lluvia que nos aparecían tan relacionados, veremos que Tláloc, concebido
como lo hicieron los teotihuacanos del período Clásico y sus «continuadores» en el Postelásico, los zapotecas, es la divinidad más importante y esencial, rasgo éste que vemos repetirse entre los chorotegas del Policromo Medio y Reciente y parece que también entre los nicaraos del Policromo Reciente.
Es así como tenemos que el jaguar, símbolo tanto de Tláloc como de Tezcatlipoca, doble a su vez de Quetzalcoatl, entre los chorotegas y posiblemente también entre los nicarao, simboliza preferentemente al
dios de la lluvia que soporta sobre su figura gran parte del contenido religioso-filosófico que los nahuas mexicanos atribuyeron después a Quetzalcóatl.
Tanto en Mesoamérica, de donde chorotegas y nicaraos son originarios, como en Sudámerica, de donde provenían sus vecinos con los que tuvieron estrecha relación e influencias durante el período Postclásico. Estos aspectos se refieren fundamentalmente a la identificación del jaguar con el rey o la dinastía real imperante y a su identificación, quizá más primitiva y universal con el chamán o el sacerdote; como derivante de esta última podríamos
tocar su aspecto religioso, es decir como encarnación de principios vitales y filosóficos que se concretan en la figura de un dios, y que es a la que me he referido en el análisis de la iconografía del felino.
Coe, al estudiar el significado del jaguar entre los olmecas (Coe, 1972), sostiene que la dinastía real se identificaba con la de Tezcatlipoca, hijo del primitivo dios dual, del dios del fuego, o dios viejo, siendo el rey su representación en la tierra. Por esto la iconografía del jaguar comenzaría, desde los olmecas, a simbolizar tanto la divinidad como la estirpe real que se imaginaba como descendiente de Tezcatlipoca. «En suma (Coe, 1972: 10-11), el rasgb del felino en el arte olmeca representa a Tezcatlipoca. En su forma más pura simboliza al dios mismo, Los otros dioses comparten este rasgo porque ellos también fueron creados por el dios cuatripartito o por su progenitor el bisexual dios del fuego. Al mismo tiempo, la imagen del felino Tezcatlipoca es la expresión simbólica de la diferenciación y dominación
del linaje real olmeca, que es posiblemente un concepto que nos retrotrae a un antiguo lazo de unión entre los jaguares y los poderes del chamán. Pero en el tiempo que la cultura olmeca se conforma, sobre el 1200 a. C., la sociedad no era ya tribal, sino que estaba totalmente estratificada con una dinastía real que había tomado el poder
en sus manos.» Tenemos, pues que entre los olmecas, los mayas y parece que también en Teotihuacán, «el jaguar es un personaje dinástico un signo de realeza» (Miller en Discusgion, en Benson, 1972: 47).
El jaguar como alter-ego de los sacerdotes y chamanes. En realidad, esta relación del tigre con el chamán fue la más primitiva en Mesoamérica —y en las demás sociedades no jerarquizadas en rangos, como sucede en gran parte de Sudamérica—, superponiéndose posteriormente la identificación con el rey que suplantó al chamán, postergando a éste a un rango inferior y usurpando parte de los poderes mágicos del curandero.
Los huetares- talamancas, indígenas vecinos de los chorotegas y nicarao —aunque de culturas diferentes, ya que aquéllos son sureños y los primeros provienen de México, con todo un sistema de pensamiento mesoamericano— relacionaban al jaguar con el chamán, identificándose, pues los sistemas básicos del pensamiento sureño con el
mesoamericano, que vela a Tezcatlipoca como señor de la brujería mago-curandero, que se convertía en tigre al igual que los hechiceros de tantos pueblos sudamericanos. La idea básica es la identidad del hombre, o de algunos hombres especiales, con el jaguar: el chamán tiene poderes similares a los del tigre; de ahí que pueda convertirse
en jaguar.
Referencia: Iconografía y significado del jaguar en pueblos mesoamericanos: Chorotegas y Nicaraos.
Paz Cabello.
Agradecemos cuando comentas tus sentires, tus reflexiones, críticas u aportes a este texto.
Gracias por leernos e intercambiar experiencias y visiones.